La
Sabiduría de Dios ha ido guiando al pueblo elegido a lo largo de toda su
historia. En el capítulo anterior se resumía el Génesis y empezaba a explicarse
el Éxodo; a partir de ahora se medita en profundidad sobre la liberación del
pueblo hebreo de la esclavitud de Egipto, empezando por las plagas.
Por
un lado, el envío de insectos y reptiles se muestra como una respuesta a la
idolatría de Egipto, que adoraba, entre otros animales, a serpientes y
escarabajos. También la idolatría explica la plaga de las tinieblas: supone una
demostración de que Yahvéh es más poderoso que el principal de los dioses
egipcios: Ra, una personificación del sol.
Por
otro lado, se relaciona la primera plaga, el Nilo lleno de sangre, con la orden
faraónica de arrojar al río a los niños hebreos; también esta sería la causa de
la décima plaga, la de los primogénitos egipcios muertos: el Dios de Israel
hiere la descendencia de los egipcios como previamente el faraón había herido
la descendencia de los israelitas (Sb 18,5).
Así,
las plagas no solamente son una medida de presión para que el Faraón dejara
marchar al pueblo de Israel, también tienen una intención aleccionadora: en
el pecado va la penitencia.
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