En este nuevo capítulo,
Salomón continúa en sus alabanzas a la Sabiduría. Si en el anterior resaltaba a
ésta como la mayor riqueza del mundo, en esta ocasión la destacará como la
mejor compañera del Hombre, queriendo así tomarla como esposa.
La principal
razón que mueve al monarca en su decisión es que la Sabiduría se encuentra en
el seno de Dios, es decir, en comunión con Él. Seguidamente, no dudará en
exponer al lector los frutos de la misma siendo éstos las cuatro virtudes
cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Finalmente, terminará
el capítulo reconociendo la Sabiduría como don y, que como tal, debe ser pedida
con humildad al Señor en todo momento y, al igual que hizo nuestra Madre del cielo,
reflexionar en nuestro interior estas cosas y meditarlas en nuestros corazones.
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