El capítulo que leemos hoy forma parte de
un discurso puesto en boca del rey Salomón. Este explica que la búsqueda de la
sabiduría vale más que todo, y trae toda clase de bienes. El himno a la
sabiduría comienza aludiendo al nacimiento de Salomón, para que veamos que es
como todos los hombres nacido de mujer y destinado
a la muerte. La sabiduría no es una herencia
biológica, el autor predica una sabiduría que viene de Dios y que conduce a los
hombres a Dios, es un don de Dios para los que la piden. Por ello es tan
importante la oración y la acogida.
La sabiduría no debe ser entendida como un
valor únicamente intelectual, sino sobre todo existencial. La verdadera
sabiduría no consiste en saber muchas cosas, sino en conocer y practicar lo que
es realmente necesario. La búsqueda de la sabiduría es en definitiva la
búsqueda de Dios, para conocer Su voluntad y ponerla en práctica. Se trata así
de una determinada manera de vivir tanto en relación con Dios como con los
demás.
En el Nuevo Testamento aparece Jesucristo
como "sabiduría de Dios" en carne viva. Esta "sabiduría de Dios"
se mostró en Jesucristo completamente desnuda de poder y de riquezas, en medio
de la debilidad de la cruz. Para los cristianos no hay sabiduría mayor, y sabio
es el que sigue a Jesucristo.
Muchas veces nos esforzamos en la vida por
conseguir lo que no tiene importancia: poder, riqueza, salud... y
menospreciamos lo más importante: ese don que viene de Dios y realiza nuestra
unión con Él. ¿Por qué nos decidimos? Jesús lo dice bien claro: "buscad el
reino de Dios y lo demás se os dará por añadidura".
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