El capítulo que hoy proclamamos afirma que “un pueblo
prosperará si sus gobernantes son sensatos”, y habla a “los que están
orgullosos de la multitud de sus pueblos”. Quienes tienen mucha responsabilidad
necesitan especialmente de la Sabiduría. Esto lo comprendió bien el rey
Salomón, quien pidió un corazón sabio para gobernar rectamente al pueblo de
Israel, prefiriéndolo a riquezas, o a una vida larga.
La Palabra de Dios es siempre actual, a pesar de su
antigüedad, y en estos días es conveniente pedir que los gobernantes busquen, y
encuentren la Sabiduría, no buscando su propio beneficio, sino poniéndose al
servicio de la sociedad que gobiernan: “el que quiera ser grande, sea vuestro
servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10, 45).
También nos dice el Evangelio que “al que mucho se le ha
dado, mucho se le exigirá” y de una forma similar, esta lectura avisa de que
“al pequeño se le perdona por piedad, pero los grandes serán examinados con
rigor”.
Estas afirmaciones nos invitan a la humildad, a no pensar
que ya lo sabemos todo, a escuchar y a aprender, porque “La
Sabiduría se manifiesta a quienes la buscan”, no a quienes creen tenerla.
Además, el Padre “ha ocultado estas cosas a los poderosos y se las ha enseñado
a la gente sencilla” (Lc 10,21).
La escucha es especialmente importante. De hecho, este
capítulo comienza con una exhortación a escuchar, algo habitual en la Biblia:
al ser preguntado sobre el mandamiento más importante, Jesús contesta citando
el Deutoronomio: El Mandamiento más importante es este: “Escucha, Israel, el
Señor nuestro Dios, es el único Señor…”.
También en la liturgia del Bautismo, existe el rito
del Effetá, “ábrete”, para que el recién bautizado, desde el
comienzo de su vida cristiana, abra sus oídos a Dios.
El bautismo marca el inicio no solo de la vida
cristiana, también de la eterna, que nos da Dios, como dice el salmo que hoy se
canta en la Eucaristía: Dame vida, Señor, para que observe tus
decretos.
El libro de la Sabiduría nos dice que la inmortalidad,
la Vida, nos acerca a Dios: Dios debe ser el objetivo último, y no un medio
para conseguir la inmortalidad, o la felicidad.
Así, todos los bautizados (y no solo los gobernantes)
estamos llamados a buscar la Sabiduría. Esta Sabiduría procede de Dios y nos
acerca a Él y a su Reino, un reino que no es de este mundo, pero que podemos
adelantar en este mundo. Un mundo que se salvará si hay muchos sabios; es
decir, personas que aman la Sabiduría y son dóciles a ella.
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