viernes, 22 de noviembre de 2019

Sabiduría 6 (María H. 18/11/2019)


El capítulo que hoy proclamamos afirma que “un pueblo prosperará si sus gobernantes son sensatos”, y habla a “los que están orgullosos de la multitud de sus pueblos”. Quienes tienen mucha responsabilidad necesitan especialmente de la Sabiduría. Esto lo comprendió bien el rey Salomón, quien pidió un corazón sabio para gobernar rectamente al pueblo de Israel, prefiriéndolo a riquezas, o a una vida larga.

La Palabra de Dios es siempre actual, a pesar de su antigüedad, y en estos días es conveniente pedir que los gobernantes busquen, y encuentren la Sabiduría, no buscando su propio beneficio, sino poniéndose al servicio de la sociedad que gobiernan: “el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos” (Mc 10, 45).

También nos dice el Evangelio que “al que mucho se le ha dado, mucho se le exigirá” y de una forma similar, esta lectura avisa de que “al pequeño se le perdona por piedad, pero los grandes serán examinados con rigor”.

Estas afirmaciones nos invitan a la humildad, a no pensar que ya lo sabemos todo, a escuchar y a aprender, porque “La Sabiduría se manifiesta a quienes la buscan”, no a quienes creen tenerla. Además, el Padre “ha ocultado estas cosas a los poderosos y se las ha enseñado a la gente sencilla” (Lc 10,21).

La escucha es especialmente importante. De hecho, este capítulo comienza con una exhortación a escuchar, algo habitual en la Biblia: al ser preguntado sobre el mandamiento más importante, Jesús contesta citando el Deutoronomio: El Mandamiento más importante es este: “Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor…”.
También en la liturgia del Bautismo, existe el rito del Effetá, “ábrete”, para que el recién bautizado, desde el comienzo de su vida cristiana, abra sus oídos a Dios.

El bautismo marca el inicio no solo de la vida cristiana, también de la eterna, que nos da Dios, como dice el salmo que hoy se canta en la Eucaristía: Dame vida, Señor, para que observe tus decretos.

El libro de la Sabiduría nos dice que la inmortalidad, la Vida, nos acerca a Dios: Dios debe ser el objetivo último, y no un medio para conseguir la inmortalidad, o la felicidad.

Así, todos los bautizados (y no solo los gobernantes) estamos llamados a buscar la Sabiduría. Esta Sabiduría procede de Dios y nos acerca a Él y a su Reino, un reino que no es de este mundo, pero que podemos adelantar en este mundo. Un mundo que se salvará si hay muchos sabios; es decir, personas que aman la Sabiduría y son dóciles a ella.

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