En la primera parte del
capítulo 9 se narra el deseo del pueblo de Israel de tener un rey, a pesar de
las advertencias de lo que esto implicaba. Los israelitas pidieron un rey, y
Dios les concedió lo que pidieron, les dio a la persona que ellos querían.
¿No nos pasa a nosotros
también, que a veces pedimos a Dios algo que no nos conviene? Si insistimos
demasiado, a veces Dios nos lo da para que aprendamos una lección. Debemos
pedir al Señor que nos enseñe a pedir al Padre como Él lo hacía. Y que toda
petición vaya siempre acompañada del deseo de ver cumplida nuestra voluntad
únicamente si es también la voluntad de Dios y para Su gloria.
La segunda parte del
capítulo explica como Saúl estaba buscando las asnas perdidas de su padre y va
a consultar a Samuel para que le oriente en su viaje. Cuando Saúl se encuentra
con Samuel este le da a conocer la palabra de Dios y como él será el encargado
de regir a su pueblo. No fue casualidad que Saúl se encontrara con Samuel en
ese pueblo. Ése era exactamente el plan de Dios.
Saúl estaba buscando a sus
asnas perdidas, pero lo que encontró era algo mejor que eso. A veces nos
preocupamos por cosas sin trascendencia, cuando Dios tiene planes más grandes
para nuestra vida.
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