En el capítulo 15 del primer libro de Samuel se nos narra la
Campaña del pueblo de Israel contra los amalecitas.
Yahvé ordena a Saúl, ungido como rey de Israel, aniquilar a
todos los amalecitas junto con todo su ganado por haberles cerrado el paso a su
salida de Egipto.
Saúl se pone en camino y aniquila a toda la población. Sin
embargo, no obedece a Dios y, para complacer al pueblo, deja vivo a Agag, rey
de los amalecitas, apresándolo junto con sus mejores ovejas y bueyes.
Esta acción provoca la ira de Yahvé, que se arrepiente de
haberlo hecho rey. Samuel acude para comunicarle a Saúl la decisión de Yahvé de
destituirlo como consecuencia de su falta de obediencia. Pero Saúl se defiende,
justificando su acción, y explicando su intención de ofrecer en sacrificio a
Yahvé: el botín conseguido.
Samuel lo deja claro: La
obediencia y la docilidad interior a los mandatos de Yavhé valen más que todos
los sacrificios y holocaustos.
Estas palabras provocan el arrepentimiento de Saúl, que pide
a Samuel que lo perdone. Pero las palabras de Yahvé son rotundas: Saúl ha
rechazado el mandato del Señor y Yahvé lo rechaza como Rey.
El punto esencial de este capítulo lo marca la desobediencia
de Saúl a los mandatos del Señor. Por buscar complacer al pueblo, olvida lo
ordenado por Yahvé y se justifica con un argumento, que no siendo injusto, no
se corresponde con la voluntad de Dios.
Yahvé no se ofende por la intención de Saúl de hacer un
holocausto, sino por la falta de confianza en su palabra. Saúl ha demostrado con
su desobediencia que no se fía de Dios, por eso no puede ser rey.
Como decía Santa Teresita de Lisieux: ¨Es la confianza, y
nada más que la confianza lo que nos conduce al Amor”. Como Saúl, muchas veces
buscamos apoyos, señales, garantías en nuestros méritos, nuestras cualidades y
nuestro ambiente, sin darnos cuenta de que sin Dios no podemos hacer nada. Lo
propio de la confianza es no apoyarse en nada más que en Él y en su Misericordia.
Esta confianza en el amor de Dios nos lleva a la obediencia,
a desear hacer su voluntad. Al contrarío que Saúl, Cristo, acepta en todo la
voluntad del Padre, hasta redimirnos en el Sacrificio de la Cruz. Por eso sabemos
que el acto de Amor más grande que podemos hacer, no es otro que obedecer a
Cristo y al Espíritu Santo.
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