El Arca de la Alianza había sido capturada por los filisteos y, en su lugar, el pueblo de Israel contaba con unos dados adivinatorios para consultar a Yahvé, y Él respondía por medio de un sí o de un no.
Está bien contar con el Señor en nuestra vida, querer consultarle en cualquier decisión, pero más importante es hacia dónde van orientados nuestros planteamientos, si pedimos al Señor que se cumplan nuestros deseos o, más bien, si buscamos Su voluntad. La Palabra de Dios nos interpela a mirar nuestro corazón, no vaya a ser que esté duro y le falte humildad para confiar en el Señor y reconocer que Él sabe mejor que nosotros aquello que nos conviene. De lo contrario, nos alejamos de la gracia, vivimos según nuestros criterios, nos justificamos y pensamos engañados que nos bastan nuestras fuerzas, y así cada vez en una mayor ausencia de Dios.
Nuestra batalla, por tanto, es frente al pecado. La victoria es segura si ofrecemos al Señor nuestra vida, lo cual es posible gracias al sacrificio perfecto de la Cruz, ya no el de animales. La sangre de Cristo derramada borra nuestras culpas y nos da la vida.
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