Los
dos libros de Samuel que hoy empezamos comprenden la historia de Israel desde el nacimiento de Samuel hasta el fin de la vida pública
de David,
abarcando un período de cerca de cien años. Tienen como punto central la
fundación y el desarrollo del reino de Israel, donde la monarquía se presenta
como una necesidad humana de organización, pero que recibirá severas críticas
por no haber tenido en cuenta ni la soberanía ni la voluntad de Dios.
La historia de Samuel, con la que comienza el libro nos
permite conocer las circunstancias que llevaron al establecimiento de la
monarquía.
En este primer capítulo se nos narran los padecimientos de
Ana, la primera esposa de Elcaná, hombre piadoso de Israel. Ana estaba privada
de descendencia y obligada a soportar las burlas de Feniná, segunda esposa de
Elcaná, que sí tenía hijos. En aquella época era una humillación
no tener hijos, porque se consideraba un castigo de Dios por alguna culpa.
Elcaná acudía anualmente a Siló, donde estaba por aquel
tiempo el santuario nacional al que concurría el pueblo en peregrinación para
ofrecer sacrificios y adorar a Yahvé. Allí pide en su angustia al Señor que
le dé un hijo y hace voto de que, en caso de nacimiento de un hijo varón, lo
entregaría a Dios.
Mientras oraba se encuentra con Elí, Sacerdote de Siló, quien,
tras un malentendido le asegura que su súplica será atendida por Yahvé. Así,
Ana da a Luz un hijo, Samuel, al que deja siendo niño en el santuario del
Sacerdote Elí, tal y como había prometido en su oración.
Ana, con esa Fe y esa confianza en Dios, nos invita a orar,
convencidos de que Dios es capaz de cualquier cosa, porque es el Señor.
Como dice el Papa Francisco “la oración hace milagros e
impide que el corazón se endurezca”.
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