Este capítulo continúa narrando la historia de la
salvación del pueblo de Israel, un pueblo que alejado de Dios sufre la
opresión, pero que una vez que clama al Señor, este en su misericordia le
libera. Observamos también como el Señor no escoge lo perfecto, pinta el cuadro del ser humano tal y
como es, con los colores bien definidos
del pecado. Se pone de manifiesto la debilidad y la cobardía de Gedeón. Pero el
Señor con su paciencia y ternura infinita fortalece al débil para una misión extraordinaria.
Vamos a distinguir tres partes en el capítulo:
- En la primera parte se narra el reproche de Efraim
sobre Gedeón y la victoria de este ante Zébaj y Salmuná. Antes de salir a la
batalla Gedeón experimenta ese toque de Dios, que le hace fuerte y arraigado; y
lo convence firmemente de que la batalla será ganada. Sabe que esta batalla se
da sobre la base de una victoria ya obtenida por el Señor.
- En la segunda parte los israelitas proponen a Gedeón
para que les gobierne. Pero este lo rechaza, Gedeón con humildad reconoce que
la luz de la victoria que resplandece en él, le viene del Señor y por eso solo
el Señor es el que debe gobernar.
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