En
este undécimo capítulo del libro de Josué se nos narra ahora la conquista de la
zona septentrional de Canaán. Todos los pueblos que habitan en ella se unen
entre sí ante la amenaza del pueblo de Israel, acampando a las orillas del río
Merom.
A
pesar del peligro y el miedo que supone esta alianza, Dios sigue infundiendo
tranquilidad y confianza a los israelitas, prometiéndoles la victoria en esta
última batalla. Josué, una vez más, se fía de las palabras del Señor, guía a
los israelitas en la batalla y derrota a sus enemigos. Tras esta victoria,
Israel se apresura a conquistar el resto de territorios de la Tierra Prometida,
destruyendo sólo la ciudad de Jasor, y cumpliendo los mandatos que Dios había
dado a Moisés. Culmina así la conquista de Canaán.
La
tranquilidad y confianza que Dios inspira a su pueblo son cruciales para el
triunfo final de Israel. Es precisamente esto lo que Jesús nos quiere hacer
entender cuando nos anima a hablar francamente y sin temor de Dios, como bien
recoge el evangelista Lucas:
“¿No
se venden cinco pajarillos por dos ases? Pues bien, ni uno de ellos está
olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestras cabezas están todos
contados. No temáis; valéis más que muchos pajarillos" (Lc, 12, 6)
Por
lo tanto, no tengamos miedo de los problemas que puedan presentársenos en la
vida, abramos nuestras puertas de par en par a Cristo, y recordemos las
palabras del salmista: “aunque caminara por cañadas oscuras, nada temo, porque
Tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan”.
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