lunes, 21 de abril de 2014

Josué 7 (Michelle 07/04/2014)



Hoy continuamos con nuestro recorrido por el Libro de Josué con el capítulo 7, en donde encontraremos cuatro partes diferenciadas: “La derrota de los israelitas en Hai”, “La humillación de Josué y su oración”, “Lo que Dios ordena a Josué que debe hacer”, y por último, “El descubrimiento del pecado de Acán y su destrucción”.

Hemos visto cómo los israelitas habían atravesado el Jordán, derribado a Jericó con la ayuda de Dios, y en la lectura de hoy encuentran una pequeña nación llamada Hai. Cuando fueron a conquistarla, Israel perdió esa batalla. En ese momento Josué se sintió humillado por Dios, sintiendo su abandono: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado” exclamaba también Jesús con voz potente en la cruz (Mt, 27). Josué no entendía por qué los israelitas no pudieron conquistar una ciudad tan pequeña frente a un ejército tan grande, pues Jericó lo conquistaron con mucha facilidad, pero en este caso “David derrotó a Golliat”, y no pudieron con una ciudad que era tierra prometida y en cuya conquista contaban con la intercesión de Dios.

Después de esto, Josué se arrodilló ante el Señor para buscar la causa de este mal. Él estaba preocupado por la honra de Dios, lamentando su derrota porque temía que se apartara de él, negándole su bondad y fidelidad. Entonces, Dios reveló que la razón por la que fueron derrotados era porque había un anatema entre ellos. En el capítulo anterior ya se les advirtió que no tomaran nada de Jericó cuando lo conquistaran, pues era anatema, es decir, consagrado al Señor, y podría afectar a todo el pueblo. Sin embargo, Acán no pudo resistirse a la tentación de coger lo prohibido, como le pasó también a Eva al coger el fruto del árbol de la ciencia tentada por Lucifer. El pecado que cometió Acán fue el pecado de Israel, pues la nación entera se vio afectada y las consecuencias cayeron sobre todo el pueblo perdiendo la batalla frente a Hai.

Su pecado fue cometido en tres pasos, y son los pasos que además uno en la vida comete cuando cae sobre ellos: Ver (paso físico), codiciar (paso mental) y tomar (acción). Cuando se descubrió a Acán, el juicio de Dios cayó sobre él y toda su familia, y fueron condenados en un lugar donde perecieron todos sus hijos y posesiones bajo un manto de piedras. A este lugar lo llamaron Valle de Acor, o conocido también como Valle de las Turbaciones. Acán nos puede recordar a Judas Iscariote, quien traicionó a Jesús, y en este caso, Acán, por avaricia y desobediencia, traicionó el pueblo de Israel siendo derrotados por la nación de Hai. Las advertencias al pueblo de Israel nos recuerdan también a las Cartas a las 7 Iglesias de Asia, donde cada una de ellas es advertida para arrepentirse y convertirse para que no fueran condenadas.

Por un pecado, pagó todo un pueblo. Y es por eso que en este tiempo de Cuaresma, también llamados al arrepentimiento, tenemos que hacer examen de conciencia, y ocuparnos de los pecados en nuestras vidas, saneándolos acudiendo al Sacramento de la Confesión, pues nosotros somos nuestro propio enemigo: Acán cayó en su codicia e hizo que pagaran todos por su pecado. Si no nos curamos, podemos hacer daño a los demás, no sólo a nosotros mismos.

Con todo esto, podemos decir que Dios nos ve como un todo. Tenemos que ser conscientes de que cada uno de nosotros, como miembros de la Iglesia, también afectamos de manera positiva o negativa a la obra que Dios puede hacer en nuestro entorno, con nuestras actitudes, acciones y decisiones. Dios nos llena de bendiciones, pero ser cristiano no es fácil, y para ganárselas, tendremos batallas que librar y victorias que ganar. Habrá algunas que creeremos que son fáciles de vencer (como Jericó), pero siempre encontraremos momentos difíciles (Hai), y es allí donde tenemos que recordar que Dios es nuestro centro para que nos dé fuerzas, que cada acontecimiento que pasa por nosotros sucede por alguna razón, y cuando no entendamos el porqué de algunas situaciones, al igual que Josué, debemos orar y escuchar a Dios para entender también que debemos dejar las cosas en sus manos porque Él tiene un plan establecido para cada uno de nosotros.

Aprendamos todos de Acán, para nunca llegar a ser anatema y terminar como él.

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