Tras haber hecho una pequeña revisión de la vida de
Josué en capítulos anteriores, hoy nos centraremos en el capítulo 6, en el cual
se nos explica la conquista de la ciudad de Jericó por parte de los israelitas.
Tras la visita inesperada de dos espías israelitas a Jericó,
sus habitantes se habían preparado para el ataque del pueblo de Israel,
cerrando así las puertas de su ciudad.
Josué y el ejército de Israel avanzaban lentamente.
Delante de la procesión iba el arca llevada por siete sacerdotes, y en primer
término, los hombres de guerra. Los siete sacerdotes portaban siete trompetas
resonantes, una cada uno. Ya sabemos la importancia del número siete en la
Iglesia.
En la toma de Jericó, Yahvé tenía una misión para el
pueblo de Israel, regido por Josué: durante seis días debían dar una vuelta
diaria alrededor de la ciudad de Jericó, siendo el séptimo día, la conquista de
la ciudad. En este último día, debían dar siete vueltas, mientras los siete
sacerdotes tocaban las siete trompetas.
La señal era muy clara: cuando el pueblo de Israel oyera el sonar de las trompetas, todos debían
gritar fuertemente. En ese momento, las murallas de la ciudad se derrumbarán, y
la ciudad será dada a Yahvé en anatema, con todo cuanto en ella haya. Toda la
plata, todo el oro y todos los objetos de bronce y de hierro serán consagrados
a Yahvé y entregados en su tesoro.
Así hizo Josué, dando órdenes a cada cual. Y al
séptimo día, mientras los sacerdotes tocaban las trompetas, dijo al pueblo:
“Gritad, porque Yahvé os entrega la ciudad”; y todo sucedió como Dios lo había
previsto.
Hay diversas explicaciones de este hecho: algunos
dicen que fue producto de un terremoto, otros que el sonido combinado de las
trompetas y el griterío del pueblo, pudo producir ondas sonoras que derribaron
la muralla; incluso algunos defendían la idea de que la marcha del pueblo
israelita alrededor de la ciudad, debilitó la muralla hasta que esta se cayó.
Lo que no hay duda, es que son explicaciones más difíciles de aceptar e intentos
claros para desacreditar el relato Bíblico.
La epístola a los Hebreos, capítulo 11, versículo 30
recoge: "Por la fe cayeron los muros
de Jericó después de haber sido rodeados siete días. Por la fe, Rahab, la
meretriz, junto con su familia, no perecieron con los incrédulos, por haber
acogido benévolamente a los espías”.
Desde la perspectiva de Israel, Madame Rahab es el
prototipo de persona marginada: es mujer, extranjera y prostituta; pero Santiago
insiste en que Dios escogió a los más pobres
para ser ricos en la fe, y
nombra a Rahab como ejemplo de una fe auténtica, que se manifiesta en una
praxis (obras) fiel de solidaridad con los más débiles y oprimidos, independientemente de su sangre o
descendencia.
Como creyentes tenemos tres enemigos: el mundo, la vieja naturaleza controlada por las
pasiones, y el Maligno. Jericó representa el sistema de valores del mundo: Es
fuerte, formidable y temible y su conquista dependía de la Fe.
El apóstol Juan en su primera carta, capítulo 5,
versículo 4 dice: "Porque todo lo
que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al
mundo, nuestra Fe".
El capítulo 6 acaba con la maldición de todos aquellos
que tratasen de reconstruir la ciudad, y con el reconocimiento por parte de
todos del valiente Josué.
Lo más importante es que Josué no luchó, fue Dios
quien luchó, y fue Dios quien ganó la victoria, otorgando así la posesión a su
Pueblo. Dios se valió de Josué para llevar a cabo su Tarea.
Muchas veces nos desesperamos al no encontrar sentido
alguno en nuestros quehaceres diarios, pero Cristo tiene un plan para cada uno
de nosotros, como lo tuvo con Josué. Lo importante es no desfallecer y estar
dispuesto a cumplir órdenes de nuestro Capitán Jesucristo, porque como dice el
dicho: “todos los caminos van a Roma”.
Nuestra Fe nos permite alcanzar la victoria sobre
nuestra propia naturaleza humana, sobre una mentalidad controlada por las fuerzas
que se oponen a Dios.
En el día a día es muy fácil encontrarse con gente que
trata de librar la batalla de Jericó y vencer así al mundo; incluso en nuestro vínculo de amigos, hay que
gente que aparenta ser lo que no es pero lo que ellos no saben es que Dios se
sirve del pobre y desvalido para llevar a cabo su Obra.
Dios es muy sabio y conoce nuestras fortalezas y
debilidades, así pues dejemos nuestra vida en sus manos y no queramos ser
dueños de un mundo que no nos pertenece.
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