Tras el paso en seco del pueblo
de Israel por el Jordán (narrado en el capítulo anterior) se nos viene a hablar
de las doce piedras conmemorativas que se erigieron en Guilgal, al oriente de
Jericó.
Yahveh habla con Josué y le manda
sacar doce piedras del medio del Jordán (una por cada tribu israelita) que
deberían ser depositadas en el lugar en el que pasaran la noche. Así Josué, hizo cumplir las órdenes de Yahveh y encargó a
doce hombres la tarea de portar y depositar las piedras en el lugar donde
acamparan.
Con este gesto, se pretendía que
cuando las generaciones futuras preguntaran sobre la naturaleza de esas piedras,
pudieran dar testimonio del propósito, presencia y poder de Dios para con su
pueblo. Cuando los israelitas dudaran
acerca de su fe, podrían regresar a ver esas piedras, recuerdo de sus
antepasados, y al recordar lo que Dios había
hecho por el pueblo de Israel quedaría su fe restaurada.
Recordar el pasado es importante
para la experiencia presente y futura con Dios. Construye en nosotros la fe, la
confianza y la esperanza. Nuestros
momentos con Dios son como esas piedras. Cada vez que nos vienen dudas,
necesitamos recordar para así permanecer unidos con Dios. Es importante tener suficientes piedras
conmemorativas en nuestras vidas que nos ayuden a restaurar nuestra fe en
momentos de debilidad. Recordar que Dios
nos ama, dejar a un lado nuestras quejas y recordar que es Dios quien dirige.
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