domingo, 9 de marzo de 2014

Josué 2 (María 03/03/2014)


  Los hechos narrados en el segundo capítulo del libro de Josué sucedieron hace más de 3200 años, pero, entonces como ahora, la información sobre el adversario sigue siendo un elemento clave en las estrategias políticas o bélicas.

 Por esto, para conocer el terreno, Josué envía a Jericó a dos espías. Estos se alojan en la casa de Rajab, que vive al lado de la muralla, y, por su poco honroso trabajo, acoge en su casa a cualquier hombre que lo solicite. Era una mujer que, como diría el Papa Francisco, vivía en las periferias…

 A Jericó han llegado noticias del paso del mar Rojo, y de las victorias de Israel contra los amorreos, por lo que entre la población hay miedo hacia los israelitas. El rey de Jericó, vigilante ante esta amenaza, se entera de la presencia de los espías hebreos y manda buscarlos.

 Rajab siente temor de Dios y de sus prodigios, por lo que esconde a los israelitas, y hace una profesión pública de fe. Esto traerá la salvación a ella y a su casa, a pesar de sus pecados, como son su profesión y la mentira con la que encubrió a los espías. Muchos siglos después, Jesús diría a los Sumos Sacerdotes del Templo que “los publicanos y las prostitutas llegarían antes” que ellos “al Reino de Dios” (Mt 21, 31).

 Rajab hace un pacto con los espías, y les pide que juren por el Señor que respetarán su vida y la de su familia; estos, que no quieren tomar el nombre de Dios en vano, prefieren jurar por su propia vida.

 El símbolo de este pacto será una cinta roja escarlata que Rajab atará a la ventana, para que cuando los israelitas tomen la ciudad (lo que se narra en el capítulo 6), respeten esa casa y a quienes estén dentro, pasando de largo, igual que la última de las plagas de Egipto pasó de largo y no entró en las casas que tenían la señal roja de la sangre en sus jambas.

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