A lo largo del Apocalipsis, vemos como el
demonio intenta hacerse pasar por Dios, para que los habitantes del mundo lo
adoren.
En el capítulo 15, se le representa como “la
bestia, su imagen y la cifra de su nombre”. Son tres imágenes, y suponen una
caricatura, una imitación blasfema de la Santísima Trinidad.
Pero por mucho que intente engañar y
confundir, la bestia ya ha sido vencida por Cristo.
Los que habían vencido a la bestia, es decir,
los santos y justos, estaban de pie sobre el mar, como Jesús, que en el Evangelio
camina sobre las aguas. También San Pedro, al ser llamado por Jesús, empieza a
caminar sobre el mar, hasta que siente miedo. Tradicionalmente, el mar es visto
como una fuente de peligros, que Cristo es capaz de apaciguar.
En el Apocalipsis, el mar es de fuego,
purificador, y de cristal: es decir, ya está en calma, no tiene olas. Sobre él,
los vencedores cantan, porque están alegres. El canto, además, es una forma de
orar, de alabar a Dios. Entonan el cántico de Moisés, y el del Cordero:
celebran la Pascua del Señor, de Cristo triunfante.
En el libro del Éxodo, Moisés canta como
acción de gracias a Dios, tras las plagas, la salida de Egipto y el paso del
Mar Rojo.
En el capítulo 15 del Apocalipsis, las plagas
están preparadas, pero aun no han sido repartidas. Las 7 plagas, llevadas por 7
ángeles, representan la totalidad de los males. Pero estos males, más que un
castigo, son advertencias para que se reconozca el poder de Dios.
Los que lo han reconocido antes del reparto de
las plagas, cantan, no solo por lo que ha sucedido, también por lo que va a
suceder.
En la encíclica Lumen Fidei, el Papa describe la fe como “memoria del futuro”, que
“siendo memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los
pasos a lo largo del camino”.
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