Desde hace
varios Lunes, hemos ido viendo cómo se abrían los sellos del libro del Cordero.
En el capítulo sexto se abrían seis de ellos: en los cuatro primeros se ponía de manifiesto en los cuatro
jinetes que Jesús vence a la guerra, al hambre, a la pobreza y a la muerte;
y con el quinto y el sexto se nos presentaban las consecuencias de la
victoria del Cordero según el uso hecho por los hombres de su libertad. En el
capítulo 7, hubo una pausa entre éste y el 8, y no es hasta el octavo en donde
se abre el séptimo sello, en el que se pone en marcha un nuevo juicio
representado por siete ángeles que tienen cada uno siete trompetas. Una vez
más, vemos que el número siete aparece reiteradamente como símbolo de universalidad
y perfección.
El primer
ay anuncia la caída de una estrella a la Tierra. A la estrella se le dio la
llave del pozo del abismo, lo que indica la soberanía de Dios porque es Él de
quien depende la llave. La quinta trompeta anuncia un ataque demoníaco contra
la humanidad por medio de una plaga de “langostas”
que atacan y torturan a los humanos. Las langostas son símbolo de la horrible
naturaleza del juicio que les sobrevendrá a
los hombres. A las langostas se les dio orden de no dañar la vegetación,
pues Dios, como Creador, interviene en las leyes naturales y suspende el hábito
natural de las langostas por la comida, pues normalmente estos seres se
alimentan de hierba u hojas de árboles.
Las
langostas en este capítulo son seres infernales, insaciables, intolerables,
invencibles, insensibles… y su misión es atormentar a los hombres, no matarlos.
El pecado trae siempre consigo su propio castigo y siempre hay fuerzas listas
para atacar al hombre cuando peca, como se hace destacar en esta descripción de
las langostas. También Juan hace referencia al líder de este ejército, a
Abaddón en hebreo y Apolión en griego, que significan “El Destructor”, es
decir, Satanás. Además, la quinta trompeta nos anuncia otro mensaje para aquellos que hayan rechazado a Dios porque Él no
tendrá tregua, lo peor les aguarda todavía: "He aquí, vienen aún dos
ayes después de esto".
El segundo
ay se prolonga hasta el capítulo 11. El juicio de
la sexta trompeta, aunque es parecido al anterior, es de
una naturaleza mucho más grave. Cuatro
ángeles atados junto al gran río Éufrates para un momento programado por Dios
son desatados. Por lo que se describe, estos ángeles son diabólicos y estaban a
la espera de ese momento. Están bajo el control de Dios, pues como veremos,
siempre estuvieron listos para realizar su tarea, pero no se les soltó hasta
que llegó el momento exacto, Él tenía un plan establecido, y no podían actuar
sin la señal de Dios. Su misión era matar a un tercio de
la humanidad. Bajo el tercer sello, una cuarta parte fue exterminada por los cuatro
jinetes, y ahora perece una tercera parte de las tres cuartas partes restantes.
El
número cuatro es significativo, porque es el número de
la Tierra y sugiere universalidad. Hay cuatro estaciones en el año y la Tierra
tiene cuatro ángulos; y las cuatro divisiones de la raza humana son naciones,
tribus, pueblos y lenguas. El propósito de estos cuatro
ángeles era hacer que se arrepientan los supervivientes de las plagas mediante
un ejército de jinetes montados sobre caballos con una apariencia aterradora,
pues la humanidad aquí es acusada de adorar a los demonios. El castigo
expresado en la sexta trompeta es, con seguridad, una guerra que exterminó a
ese tercio de los hombres por medio del fuego, azufre y humo.
Recordamos
cómo en el mensaje de las Siete Iglesias, Dios llamaba a los hombres al
arrepentimiento y a su conversión para ser salvados y poder construir el Reino de
los Cielos, pues para aquellos que no lo hacían, su mensaje era de condenación.
Aquí lo vemos especialmente, pues aquellos hombres que rechazaron a Dios, han
sido condenados. Con la quinta trompeta la condena no es la muerte, sino la
tortura, no son exterminados por las langostas, pero el sufrimiento por esta
tortura, harán que deseen la muerte. Con la sexta, un tercio es exterminado, y
el resto es advertido y llamado al arrepentimiento. Por eso, aquí se pone de
manifiesto que el hombre queda sin excusa, y es
imposible que escape del castigo.
Ayer celebrábamos la Santísima Trinidad, en donde San Pablo decía
en sus cartas a los Romanos que “el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones con el Espíritu que se nos ha dado.” Dios es
misericordioso, por tanto, es importante que nosotros como cristianos sepamos
responder al mal con el bien, como ya nos dijo el Papa Francisco, y que nuestra
prioridad sea Cristo como centro de nuestra vida para encontrar el camino de la
salvación, pues Jesús es “el Camino, la Verdad y la Vida, y NADIE viene al
Padre sino es por Él”.
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