martes, 12 de marzo de 2013

Apocalipsis 2,17-29; 3,1-6 (Alberto 11/03/2013)


Continuamos con la lectura de las cartas enviadas a las Siete Iglesias. Hoy, en concreto, nos centramos en las que el Señor envía, a través de su apóstol, a los fieles de Tiatira y Sardis. Una vez más, Cristo les dice que las “conoce”, que está pendiente de ellas. Como a las otras, Cristo les felicita por sus logros y les reprocha sus errores para ofrecerles de nuevo su Salvación.
A la Iglesia de Tiatira, el Señor le asegura que conoce no sólo sus obras sino también su fe, es decir, que conoce también lo que hay en el interior de sus corazones, y le felicita por su progreso en la vivencia de esa fe. Sin embargo, la comunidad tiene problemas. Tiatira era una ciudad comercial de importancia, controlada enteramente por los gremios. A ellos habían de pertenecer las personas que desearan vivir y prosperar en la ciudad, pero hacerlo implicaba participar de sus celebraciones y cultos paganos, que incluían la fornicación y el culto a los ídolos. Y algunos cristianos de la ciudad participaban de estas fiestas, siguiendo las enseñanzas de una falsa profetisa: Jezabel. Empezaban a cumplirse las advertencias que hicieran los apóstoles acerca de los falsos profetas que dividirían el rebaño. Sin embargo, Cristo advierte que esta mujer será castigada puesto que se le ha ofrecido la oportunidad de arrepentirse y la ha rechazado, y que lo mismo les sucederá a los que persistan en seguirla. A los que han permanecido fieles les asegura que no les pedirá nada más, y, recordando la parábola de los talentos, les conmina a permanecer en la fidelidad porque recibirán por ello la luz de la Gloria.
La carta dirigida a la Iglesia de Sardis inicia el capítulo tercero del Apocalipsis. Para Dios, la comunidad de Sardis está muerta. Muerta espiritualmente, puesto que, aunque los cristianos de Sardis realizan buenas obras, éstas no son fruto de una auténtica y “viva” fe. Sin embargo, Cristo no castiga a justos por pecadores, y aconseja a los pocos en Sardis que aún permanecen puros, que aún viven de verdad Su Mensaje, permanecer vigilantes y recordar lo que han recibido. A estos fieles, les promete que estarán con Él en el Cielo, y que entrarán en la Vida Eterna, y que lo celebrará con ellos, con el Padre y con los ángeles.

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