miércoles, 27 de febrero de 2013

Apocalipsis 2,1-7 (María 25/02/2013)


Los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis están compuestos por siete textos similares: las cartas a las siete Iglesias. Los protestantes suelen utilizar este texto para afirmar que en los inicios del cristianismo había muchas iglesias, pero lo cierto es que las Iglesias del texto están en comunión entre sí, y la única separación entre ellas es la geográfica. Son, sencillamente, comunidades cristianas de diferentes ciudades, y un mismo siervo del Señor, Juan, escribe a todas ellas por inspiración divina. Quizá podría compararse a las cartas que pueda escribir el Papa a las conferencias episcopales de diferentes países, o a los líderes de diferentes movimientos o realidades eclesiales, teniendo en cuenta sus diferentes carismas o contextos sociales.

También las Iglesias a las que se dirigen estos textos tienen diferentes retos a los que enfrentarse, y en las cartas se les amonesta por sus errores, y se les felicita por sus aciertos.

Por otro lado hay que tener en cuenta el carácter simbólico de este libro: el siete significa completitud, perfección, y el hecho de que haya siete cartas hace referencia a la universalidad de la Iglesia: todas las Iglesias, todos los carismas, son necesarios, si uno faltara, la Iglesia sufriría. Utilizando palabras de San Pablo, en el mismo cuerpo hay muchos miembros con distintas funciones, y cuando un miembro está herido, todo el cuerpo sufre.

En la carta a la Iglesia de Éfeso, se la felicita por su fidelidad, pero se le reprocha “que haya perdido su amor de antes”, instándola a rectificar de una forma que se asemeja a las etapas del sacramento de la confesión: “date cuenta de donde has caído, arrepiéntete y vuelve a tu conducta primera”. Y habla del castigo y del premio, recordando las palabras de Cristo tras la parábola del sembrador: “el que tenga oídos, que oiga”. Si somos tierra buena, daremos frutos de Vida Eterna, igual que el árbol de la Vida que se nos ofrece.

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