El capítulo 17 de los Hechos de los Apóstoles nos muestra cómo Pablo y Silas predican en Grecia. Se acercan a los judíos y a los griegos para anunciar a Cristo resucitado, y lo hacen yendo a los lugares de encuentro propios de ambas comunidades: la sinagoga y el areópago respectivamente.
Los discípulos de Jesús proponen una vida diferente, la búsqueda de Dios en cada uno de nosotros, ya que como dice san Pablo: “En Él vivimos, nos movemos y existimos”. También exponen el tema más controvertido para la mayoría, la Resurrección.
Todas estas propuestas fueron aceptadas por muchos y así iba creciendo el número de cristianos. Pero esta evangelización no fue, ni mucho menos, fácil. Vemos la persecución, la agresión, la prisión o la burla que sufrieron los discípulos por presentar a Jesús, muerto y resucitado, como el Mesías.
Hoy, la “nueva evangelización” que se nos propone, también debe llegar a todos los que nos rodean. Debemos acercar a Jesús a aquellos que estén dispuestos a recibirlo en su corazón, pero siempre, nuestro testimonio debe ser, el de presentar la Verdad de Dios, la verdad que remueve la conciencia y cambia nuestra vida, porque nosotros, los cristianos, tenemos que ser testigos de esa verdad, limpia y sencilla, que es nuestra fe en Cristo.
Pidamos al Señor que nos guíe para ser verdaderos testigos suyos y que los que nos vean, tengan la certeza de nuestra condición de creyentes por nuestro modo de amar, de actuar, ser y pensar. El ejemplo suele ser el mejor testimonio que podemos ofrecer.
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