Al principio del capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles, se nos muestra cómo bajaron varios de Judea, afirmando que sólo se podían salvar aquellos que estuviesen circuncidados. Esto supuso revuelo y Pablo y Bernabé subieron a Jerusalén.
Estando allí Pedro proclamó que no tenía nada que ver la circuncisión con la salvación. Ya que Dios, conociendo a las personas tal y como son, les manda el Espíritu Santo, y además, que nos salvamos no por un acto que hagamos nosotros, sino por la gracia de Dios.
Luego los apóstoles decidieron enviar una carta a Antioquía y de mensajeros irían: Pablo, Bernabé, Judas y Silas. En esta carta advierten que alguno de ellos habían escandalizado a los apóstoles con sus palabras, y por eso enviaban con Pablo y Bernabé a Judas y Silas para que de su viva voz expusieran lo que habían escuchado.
Cuando llegaron y leyeron la carta, todos los presentes se confortaron y pidieron a Judas y Silas que volviesen otra vez, ya que sus palabras fueron reparadoras para ellos. Judas y Silas volvieron a su lugar de procedencia mientras Pablo y Bernabé se quedaron allí para anunciar la palabra del Señor.
Más adelante Pablo y Bernabé decidieron regresar para ver cómo iban las cosas, tras un par de disputas Pablo y Bernabé se separaron y Bernabé tomó como compañero a Marcos y se fueron a Chipre. Pablo escogió a Silas y recorrieron Siria y Cilicia consolando a las iglesias.
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