lunes, 16 de abril de 2012

Hechos de los Apóstoles 13 (María 16/04/2012)

Dios nos habla cuando nos dirigimos a Él en la oración. En este capítulo se narra cómo, cuando están rezando, Bernabé y Saulo son enviados por el Espíritu Santo a anunciar la Palabra en Chipre y Antioquía. En ambos lugares, van primero a las sinagogas, para hablar allí a los israelitas, a los que “había que anunciar la Palabra antes que a nadie”, pero también a “cuantos, sin serlo, temen a Dios”.

En la sinagoga de Antioquía, San Pablo resume la historia del pueblo de Israel, que alcanza su plenitud con Jesús: Él es el Salvador prometido.

Cuando, en otro capítulo, San Pablo hable a los atenienses,  no contará la historia de Israel, sino experiencias humanas más generales. Al evangelizar,  hay que tener en cuenta a quien nos dirigimos, y cual es su historia personal: debemos ser “astutos como serpientes” (Mt 10,16).

Aquí, Pablo aprovecha su profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras para llegar a los judíos. También nosotros debemos utilizar nuestros talentos para servir a Dios.

Al salir, les pidieron que el sábado siguiente volvieran a hablar de lo mismo, y mucha gente acudió para oírlos. Tanta, que a los judíos les dio envidia, y reaccionaron con insultos e injurias contra el testimonio de Pablo.

Pablo contestó a los judíos que, si ellos rechazaban la Salvación, la llevarían a los paganos. Estos se alegraron al oírlo, y muchos creyeron. Sin embargo, los judíos azuzaron a la gente contra Pablo y Bernabé, que tuvieron que irse de allí.

Jesús ya nos advirtió: “todos os odiarán por causa mía, pero el que persevere hasta el final, se salvará”.

Pero no debemos mirar sólo la paja en el ojo ajeno: muchas veces nosotros también sentimos envidia de los demás, cuando les salen las cosas bien, o cuando son muchos, y les criticamos.

¿A quién preferimos parecernos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario