En este capítulo, el once, se nos cuenta cómo San Pedro, tras su estancia en Jope y Cesarea, regresa a la ciudad de Jerusalén. Allí, ante la indignación de sus hermanos, da a conocer su sueño y cómo Dios le envió a Cesarea, a casa de Cornelio. De esta manera, Pedro demuestra que la salvación viene de Dios, y que Él, en su Amor, quiere hacerla llegar a todos. En el sueño, tenemos ocasión de aprender que toda la Creación, por el simple hecho de ser obra de Dios, está a Él dirigida y ha sido dotada de una dignidad de la que nadie le puede privar; aún hoy, debemos luchar para que esa dignidad sea respetada. Es por eso que Dios, como hizo con Cornelio, no distingue entre naciones si la fe es sincera. Una vez comprendieron todo esto, y que nada se puede contra la voluntad de Dios, los creyentes de Jerusalén se calmaron y alabaron a Dios por su misericordia.
La lectura nos cuenta lo que ocurría, en esos mismos momentos, en Antioquía, una de las muchas ciudades en las que los seguidores de Cristo se habían refugiado de la persecución iniciada por los judíos a raíz de las predicaciones y martirio de San Esteban. La predicación entre los naturales de Antioquía, pronto se tradujo en numerosas conversiones, incluso de gentiles, extendiéndose el modelo de Cornelio. Cuando las noticias llegaron a Jerusalén, decidieron mandar a Bernabé, que aprovechó para buscar a Pablo en Tarso y convencerle de que le acompañara para cuidar de una naciente comunidad que empezaba a recibir el nombre de cristianos. Este nombre pronto se extendería a todos los fieles de Cristo para ser con el que se nos reconoce hoy. Bernabé y Pablo permanecieron un año en Antioquía. En ese tiempo, llegaron algunos profetas de Jerusalén, y uno de ellos, Agabo, guiado por Dios, anunció una gran hambruna que, efectivamente, se produjo. Esta hambruna dio la oportunidad a los primeros cristianos de poner a prueba los lazos que les unía, haciendo gala de la caridad que predicaban, y gracias a ella pudieron resistir durante el tiempo que duró la crisis. También nosotros hoy, en este nuevo tiempo de crisis, debemos, siguiendo el modelo que estos primeros cristianos nos ofrecen aquí, ayudar a nuestros hermanos necesitados en la medida en que podamos, aunque sólo sea porque también nosotros podemos necesitar su ayuda algún día.
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