lunes, 27 de febrero de 2012

Hechos de los Apóstoles 9 (Cristina 27/02/2012)

La lectura que estáis a punto de escuchar trata sobre la conversión de Pablo al cristianismo y su posterior predicación.
Saulo era un fariseo de Tarso, de oficio tejedor. Era de una familia adinerada, tenía la ciudadanía romana e influencias dentro del Sanedrín. Asimismo se había criado en Tarso, un lugar de paso obligado para todo el que quisiera viajar entre Asia y Europa. Saulo no había llegado a conocer a Jesús, nada sabía de su ministerio ni de su muerte y resurrección. Se dedicaba la vida a juzgar y a perseguir a los seguidores de Cristo, por tener creencias no acordes con la forma de vida de la época.
Ya está presente en el martirio de Esteban (primer mártir). Santiago abandonó Jerusalén y los demás discípulos de Jesús se mantuvieron a la expectativa de lo que ocurriese.
Apoyado por sus amigos del sanedrín, que de una forma tan inesperada habían encontrado un aliado tan formidable, Saulo se convirtió en defensor de la ortodoxia judía representada por el sanedrín, iniciando una campaña de persecución de los seguidores de Cristo.
En el capítulo nueve, de Los Hechos de los Apóstoles, se nos narra cómo a Saulo, perseguidor imparable de los cristianos, se le aparece Cristo, estando de camino a Damasco. Éste le dice: “Saulo, por qué me persigues”, y tras esto Saulo queda ciego hasta llegar a la ciudad. La Escritura recalca que estaba ciego a pesar de tener los ojos bien abiertos.
Después del suceso, Saulo llega solo a la ciudad y se pone a orar. Este hecho nos quiere resaltar la venda que a veces le ponemos a Dios. Que, como decía Francisco ayer: “vamos por la vida agobiados por las cosas de este mundo y no nos preocupamos de lo que es verdaderamente importante”.
A continuación, Dios se aparece en una visión al discípulo Ananías, y le dice: “Levántate, y ve a la calle que se llama Recta, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso”. Ananías replicó al Señor diciéndole: “Señor, por qué he de curar a un perseguidor de tus seguidores”. A lo que Dios le contestó: “He elegido a éste como instrumento para llevar mi nombre a los gentiles, a los reyes y a los israelitas.
En este fragmento de La Palabra se muestra cómo algunos designios de Dios son insospechables para los humanos. Y cómo el poder de Dios lo puede todo.
Tras esto, Ananías cumplió el mandato de Dios, y quedó Saulo curado (“se le cayeron las escamas de los ojos y volvió a ver”, dice La Escritura). Seguidamente, Saulo comenzó a predicar la palabra de Dios en las sinagogas, lo que hizo poner su vida tan en peligro que los discípulos tuvieron que ayudarle a escapar de la ciudad, puesto que los judíos ya habían puesto precio a su osadía. Después de su huida, llegaron él y algunos discípulos a Jerusalén, donde es recibido con temor, por otros discípulos, debido a su reputación precedente como perseguidor de los cristianos.
Bernabé, que había vivido su conversión en Damasco, narró a sus compañeros las buenas obras de Saulo, y éstos le aceptaron como hermano. De nuevo se recalca la idea de que los designios de Dios son inescrutables.
Tras ello, Pablo continúa, su labor de seguidor fiel de Cristo, en Jerusalén, donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia, todavía en su mayoría de miembros judíos, hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior. “La ley no puede justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesucristo”. Vivir esta gracia es sin embargo un reto aun mas radical que el que presenta la ley y exige entrega total. Esta llamada a la gracia y a la respuesta total hasta la muerte forma parte esencial de su enseñanza y de su vida.
Más tarde, Pablo acudió a Lidia, cuya ciudad más importante era Éfeso, para rezar a los santos que allí moraban. Allí cura a un paralítico llamado Eneas. Después, resucita a una discípula, en Jope, llamada Tabilón, que significa “Gacela”. Con estas obras, Pablo cumple los designios de Dios, dejando a su paso un numeroso grupo de conversos.
Hoy en día, los cristianos continuamos teniendo una persecución diaria de nuestras creencias y formas de vida. Por ello, queridos amigos y hermanos, esta lectura nos quiere recordar que debemos ser como Saulo, valientes seguidores de La Palabra Divina que Jesús nos enseñó y fieles a su obra: predicando y orando en su nombre, para que Su Palabra llegue a todos los hombres.

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