Jesús nos dijo:“Pedid y se os dará” (Mt 7,8).
En esta lectura, eso es lo que hace el inválido a la puerta del templo: pedir. Pero lo que va a recibir no es lo que pide, sino mucho más: Pedro y Juan, en nombre de Jesucristo, van a curarle. Y el paralítico, agradecido, los sigue, alabando a Dios.
También nosotros debemos tener la humildad de pedir, con confianza, a nuestro Padre del Cielo, aunque Él ya sepa previamente lo que necesitamos (Mt 6,8). Igual no sabemos pedir bien, y por eso lo que pedimos no coincide con lo que recibimos, que siempre será lo mejor para nosotros. Por ello, como el paralítico, debemos alegrarnos y darle gracias.
Por otro lado, podemos fijarnos en la actitud de los apóstoles: “no tienen plata ni oro”, pero hacen lo que pueden. Que en este caso es más de lo que se les pide. También nosotros debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para ayudar a los demás; incluso si no se nos pide tanto: “Al que te requiera para andar una milla, vete con él dos” (Mt 5, 42).
Y todo esto, no para gloria nuestra, sino para gloria de Dios, ya que todo lo bueno que tenemos nos viene del Señor.
Esto lo reconoce Pedro en el discurso que pronuncia después de la curación, al darse cuenta de que “todo el pueblo” estaba pendiente de ellos.
→ ¿lo reconocemos también nosotros?
→ ¿somos capaces de aprovechar las circunstancias para dar testimonio de Cristo?
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