viernes, 25 de noviembre de 2011

Epístola de S. Judas (Javier 9/05/2011)

En este lunes de la III Semana de Pascua vamos a meditar y leer la epístola de S. Judas, de un solo capítulo. Es posible que el autor sea hermano de Santiago el Menor; pero parece más probable que sea hermano de Santiago el Mayor, conocido también como Judas Tadeo. Fue escrita en Palestina hacia el año 70, e iba dirigida a las iglesias de Asia Menor. La epístola fue reconocida como canónica por la Iglesia Romana hacia finales del siglo II, a pesar del uso de escritos apócrifos, como el Libro de Henoc (que no pertenecía al canon judío del Antiguo Testamento) al referirse a la asunción de Moisés.

San Judas comienza la carta, igual que S. Pablo, S. Pedro y S. Juan, y como ya hemos señalado varias veces, deseando la paz, la gracia y el amor del Señor, reconociéndose siervo de Cristo. Éstas son palabras de aliento, nos recuerdan que hemos sido llamados por Cristo y somos sostenidos por la gracia, con la esperanza puesta en el amor de Dios por nosotros. San Judas nos llama a permanecer firmes en la fe en Jesucristo, el mismo que los apóstoles predicaron y cuyas enseñanzas recibieron; "el mismo hoy y ayer y por siempre" (Hb 13,8).

Como Balaán, que no obedeció al Señor o Coré, que se rebeló, San Judas denuncia el pecado de algunos cristianos arrastrados por falsas doctrinas y les advierte del peligro que corren por vivir alejados de Dios, esclavos de su impureza. La rebelión de Coré hacia la autoridad que Dios había concedido a Moisés y a Aarón, por considerar que Dios está con cada uno y que con eso basta, nos recuerda algo muy extendido en nuestros ambientes: creer en Dios y no en la Iglesia. El Señor, por medio de San Judas y casia 2000 años después, nos llama hoy a combatir esto, Su Palabra es eterna y vale igual para los cristianos de entonces que para los de nuestros días. Pensar que cada uno es autosuficiente, que podemos vivir nuestra fe fuera de la parroquia, fuera de la comunión de la Iglesia es vivir sin esperanza, fuera de Dios, que es un solo Cuerpo y no está dividido en millones, a cada uno
nos llama a una función pero todos unidos en una sola fe, una sola doctrina, un solo Señor.

Más adelante, San Judas pone de relieve que frente a los falsos profetas y a las costumbres pecaminosas del mundo, son los apóstoles, hoy sus sucesores: el Papa y los obispos, quienes nos guían y previenen del mal camino. Por último, San Judas, nos exhorta a la oración, a confiar en el Espíritu Santo, a vivir perseverantes en el Señor, quien nos libra de todo peligro y caída, aguardando y anunciando con alegría la vida eterna.

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