domingo, 20 de marzo de 2011

2 Pedro 2 (Sofía 28/02/2011)

En este capítulo de la segunda epístola de San Pedro, su gran preocupación es el juicio final y la condena. Se nos empieza hablando de los herejes, de los falsos profetas que comenzaban a abundar en las regiones de Asia. Y así como en el Antiguo Testamento la realidad del profeta auténtico provocaba, por envidia o interés, la aparición del falso profeta, ahora la actividad de maestros auténticos, oficiales suscitaba el afán de otros y el surgir de falsos doctores. Y menciona tres castigos ocurridos en el pasado: el primero afecta a los seres celestes , el segundo se refiere al diluvio y el tercero a la destrucción de Sodoma y Gomorra salvándose solo Noé, Lot y un pequeño número de fieles del Señor, porque Dios no abandona al que le es fiel. Continúa hablando del castigo venidero para los falsos doctores que seducen a las almas débiles y quedan aprisionados por la carne y la codicia, afirmando que su destino es el de los animales, es decir, la corrupción como muerte definitiva.

San Pedro parece describir a un Dios castigador, pero ésta no es la realidad ya que Dios no ha creado el infierno. Todo lo que tiene su origen en Él es bueno. El cielo es un estado de amor y Dios no introduce en Él a quién se niega a amar. Así, pues, existe infierno porque la amistad no se puede imponer. El infierno será por toda la eternidad un testimonio del respeto que tiene Dios a la libertad del hombre.

En definitiva y advirtiéndosenos que, a pesar de estar en el buen camino, nos podemos volver a desviar seducidos por los placeres del mundo podemos concluir que debemos en todo momento, estar vigilantes, perseverar en la Fe y poner toda nuestra vida en manos de Jesús.

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