En los primeros capítulos de la Epístola a los romanos, Pablo habla sobre la salvación por la fe. Recorre la historia del pueblo de Israel para afirmar que todos estamos bajo el juicio de Dios.
También destaca la hipocresía de algunos, que se hacen llamar creyentes, pero no cumplen la ley. Éstos que no cumplen la ley, se enorgullecen de estar circuncidados, pero Pablo dice que la verdadera circuncisión, es decir, el signo que les diferencia de los demás, debe estar en el interior de cada uno, en la conversión del corazón.
La justicia de Dios de la que habla la ley, se cumple finalmente mediante la fe en Jesucristo.
La alianza final que hace Dios mediante la entrega de Su Hijo, pasa por alto los pecados cometidos anteriormente por el pueblo de Israel.
Otro de los puntos en los que S. Pablo pone mucho empeño, es en afirmar que Dios es también el Dios de los gentiles, no sólo de los judíos, es decir, que creyentes y no creyentes serán juzgados por Él.
En el capítulo cuarto, Pablo nos habla de Abrahán. Pablo nos dice cómo Abrahán, aunque hiciera buenas obras, Dios lo justificó por su fe, no por sus obras. Gracias a la esperanza que tuvo Abrahán, le valió para que Dios le nombrara padre de muchas naciones.
Dios reconocerá nuestra fe, como lo hizo con Abrahán, pero a diferencia de Abrahán, lo hará, según la fe que tengamos en Aquel que resucitó entre los muertos a Jesús, por nuestros pecados, para nuestra justificación, es decir, nuestra salvación.
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