lunes, 18 de enero de 2010

2 Corintios 9-10 (María H. 11/01/2010)

Los cristianos de Corinto tienen buena voluntad, pero, como la semilla caída en terreno pedregoso, les falta raíz. San Pablo reconoce lo que hacen bien, como la recaudación de la colecta (cap. 9), pero critica lo que hacen mal, como dudar de su ministerio.

Al agradecer su generosidad, S. Pablo también profundiza en el significado de la limosna, es una de las muestras más claras del amor al prójimo: preocuparnos por sus necesidades materiales y poner de nuestra parte para solucionarlas. Además, nos dice que es una forma de glorificar a Dios, al ver los demás nuestra generosidad fruto de la fe. La limosna es para gloria de Dios, no para gloria nuestra.

No debemos “temer” dar, pensando en si no tendremos para nosotros, pues nos dijo Jesús:”No andéis preocupados pensando en que vais a comer para poder vivir, ni con qué vestido vais a cubrir vuestro cuerpo” (Lc. 12,22). “Por todo esto se afana la gente del mundo, pero vuestro padre ya sabe lo que necesitáis. Buscad más bien su reino, y Él os dará lo demás”. Aunque es difícil, debemos confiar, pues Dios “hará crecer los frutos de nuestra generosidad”.

Tampoco tenemos que sentirnos presionados; S.Pablo nos dice que “cada uno según su conciencia, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama al que da con alegría”. Esto recuerda a su Cántico a la Caridad, donde escribe:”Aunque repartiera todos mis bienes a los pobres, si no tengo amor, de nada me sirve” (1Cor. 13).

También se defiende S.Pablo de las críticas, que le acusan de ser muy firme en sus cartas, pero poco en persona, contra quienes afirman que la conducta de los cristianos no está inspirada en criterios divinos sino humanos. Pero es con el poder del Señor con el que podemos hacer el trabajo que Él mismo nos ha asignado. Por ello no debemos presumir, sino en el Señor.

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