La cristiandad de Corintio preocupó mucho a Pablo en el tiempo que pasó ausente de esta ciudad. En el capítulo 7 los problemas y tensiones con los corintios parecen resueltos, triunfan el consuelo y el gozo y un clima de mutua confianza se ha establecido, desde el cual puede mirar serenamente al pasado, transfigurado por sus resultados positivos.
La carta escrita de forma severa por san Pablo, tiene efectos positivos pues, como dice Pablo: “si con la epístola os entristecí no me pesa. Ahora me alegro porque os entristecisteis para penitencia”. Ésta es una tristeza por voluntad de Dios, que produce un arrepentimiento saludable, que renueva, que limpia, a diferencia de la tristeza por razones mundanas, como puede ser la muerta de un ser querido, cuya eterna aflicción acarrea la muerte.
Esta carta dura de san Pablo a los corintios pone de relieve que la Iglesia debe defender con contundencia la doctrina de Cristo, no puede realizar una Fe a la medida de la época, de las necesidades, de los caprichos…y aquí se ve que los corintios aceptan su autoridad.
Por otro lado y como se ve en el capítulo 8, Pablo se toma muy a pecho el asunto de la colecta a favor de los cristianos pobres de Jerusalén. La colecta, además de aliviar una situación local, expresaba la unidad de las iglesias cristianas en una iglesia, la estima por la Iglesia Madre de Jerusalén y la armonía de paganos y judíos conversos.
Pablo llama a la solidaridad, habla de las iglesias de macedonia, que siendo pobres de medios, son ricas en generosidad. Hay que vaciarse de sí mismo y esperarlo todo de Dios. Se trata de seguir a Cristo, Jesús no se reserva nada para sí mismo, se desvive por los demás, se da todo entero a la causa del Reino, a la causa de los pobres. El que considera su fortuna como don de Dios, éste agradece a dios sus dones ayudando a los pobres con sus bienes. Sabe que los posee más para sus hermanos que para sí mismo. Lo que el Señor quiere es una constante inclinación interior hacia Él.
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