domingo, 2 de diciembre de 2012

Hechos de los Apóstoles 25 (Paz 26/11/2012)



Hoy vemos como Pablo sigue arrestado en Cesarea, y que, tras el relevo del gobernador Félix, aparece en escena otro, Porcio Festo, un romano que se encuentra, nada más llegar al cargo, con los sumos sacerdotes y los jefes judíos, pidiendo que les entregue a Pablo para llevarlo a Jerusalén. Pero el gobernador no acepta esto, quiere primero escuchar lo que Pablo tiene que decir y pide a los judíos que prueben sus acusaciones, ya que lo único que encuentra son diferencias en temas religiosos.
Festo es un hombre que quiere contentar a todos: a los judíos con la opción de juzgar a Pablo en Jerusalén; al propio Pablo, al que no ve culpable, y le abre la opción de presentarse ante el césar, y por último, al rey Agripa, al que presenta el caso de Pablo, picando así la curiosidad del rey para que se interese y quiera conocerlo, escucharlo y dar su opinión. La figura del gobernador, destaca en este capítulo, como alguien tibio, que no se compromete. Tiene claro que Pablo no es culpable, pero no se atreve a poner sobre la mesa la verdad, a defender la causa de un hombre inocente y escurre responsabilidades apelando a otras instancias, como el rey Agripa o el mismo césar. Y mientras, Pablo encarcelado por dar testimonio de Cristo, muerto y resucitado.
Pensemos un poco si nosotros nos parecemos algo a Festo, en su tibieza, si nos da miedo comprometernos con Dios, con la causa de La Verdad de nuestra fe, y no sólo eso, sino demostrar abiertamente que esa fe es el pilar de nuestra vida, lo que nos sostiene y nos lleva adelante cada día, cada momento y en todas y cada una de nuestras actividades, públicas o privadas, porque no podemos separar una cosa de la otra. La fe, nuestra fe, va en el interior de cada uno y se debe reflejar exteriormente en nuestro comportamiento, sin miedos, porque es lo más grande que tenemos y Dios está a nuestro lado para guiarnos y darnos fuerza.

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